La reforma del código de trabajo francés conocido como Loi Travail (Ley de Trabajo) fue anunciada por el gobierno socialista de Francia a comienzos de 2016. Se trata de una reforma compleja que abarca muchas áreas, desde el horario de trabajo hasta el 'derecho a desconectarse' (es decir, a no estar ininterrumpidamente disponible a través de dispositivos TIC). Los cambios fundamentales son el pasaje de la negociación colectiva por rama a la negociación por empresa, la reducción de las remuneraciones correspondientes a horas extras y la facilitación de despidos. En resumen, se trata de flexibilizar el trabajo.
Desde el principio, los sindicatos y trabajadores franceses y muchos jóvenes protestaron contra la ley en su totalidad, al tiempo que se había declarado el estado de emergencia en el país luego de varios ataques atribuidos al “Estado islámico”.
Las protestas mostraron una gran diversidad, tanto por su composición[i] como por las tácticas empleadas, por lo que fueron vistas como un 'movimiento'. Pusieron de manifiesto la indignación de la clase obrera, pero también la percepción de los jóvenes de que no había futuro para nadie. El Estado estaba decidido a aprobar la reforma y reaccionó con violencia contra las protestas. La reforma entró en vigor el 1 de enero de 2017, con el estado de emergencia aún vigente y acompañado por el crecimiento de la ultraderecha.
Formas y composición de las protestas
Al igual que en otros países del sur de Europa, el desempleo en Francia es alto: oficialmente, el 10% de la población está desocupada. Movimientos reaccionarios y el partido ultraderechista Frente Nacional están avanzando. La última ola importante de protestas se generó en 2010, en contra de la reforma jubilatoria que aumentaba la edad de retiro. Esa lucha fue derrotada poco tiempo antes de que el Partido Socialista llegara al poder en 2012 (Gorossari; Sauviat 2016).
Con este antecedente podría resultar sorprendente que la población estuviera dispuesta a luchar contra la nueva reforma,[ii] en lugar de aceptarla como un mal menor.
A lo largo de varios meses los sindicatos organizaron protestas en todo el país, cuya coordinación se realizaba mediante una plataforma sindical (intersyndicale). Sin embargo, después de la primera revisión -por cierto bastante superficial- de la reforma laboral, la Confédération Franҫaise Democratique du Travail (CFDT) depuso su oposición contra la reforma, seguida por otros sindicatos menores. La CFDT, la organización sindical más grande de Francia, sostuvo que las negociaciones colectivas a nivel de las empresas, en lugar de la rama de actividad, fortalecerían el diálogo social. La Confédération Générale du Travail (CGT), Force Ouvrière (FO), Solidaires y otros sindicatos menores mantuvieron su rechazo a la reforma. Las elecciones a nivel de las empresas, con la participación de trabajadores organizados y no organizados, en lugar de acuerdos colectivos por ramo, operan en contra de la cobertura por sector que los sindicatos suelen preferir (Schmid 2016b).
Las manifestaciones se intensificaron antes de que el proyecto de ley ingresara al Parlamento, en marzo de 2016. En la primera línea estaban los jóvenes, entre ellos muchos oriundos de la periferia meridional de Europa que habían inmigrado in busca de un futuro mejor (El Azzouzi y Goanec 2016).
Se organizaron huelgas en sectores tales como química, transporte y energía donde la CGT mantiene una presencia bastante fuerte. Por lo general, fueron de corta duración, pero los trabajadores de ocho refinerías detuvieron la producción durante tres semanas. Se trataba de una ‘huelga delegada’, con la delegación de la huelga a sectores más fuertes con empleo seguro.
Al igual que en las protestas contra la reforma jubilatoria, se puso en práctica la idea de que resulta más fácil bloquear la circulación de los bienes que su producción, cuando el desempleo y el empleo precario se han convertido en lo normal. En consecuencia, se bloquearon rutas, puentes, puertos y refinerías. Sin embargo, no fueron suficientes los bloqueos ni la huelga delegada para obligar al gobierno a retirar la reforma propuesta.
Mientras tanto apareció un movimiento llamado Nuits Debout (noches de pie) en las grandes ciudades. Las Nuits Debout se inspiraron en la ocupación de espacios públicos en España y otros lugares a partir de 2008. A pesar del impacto limitado de esas ocupaciones, ofrecieron la posibilidad de expresarse a personas que desconfían de la política formal. Todo el mundo podía hablar en las asambleas, sin jerarquías. En París las ocupaciones se organizaron por comités que se ocuparon de cuestiones de infraestructura (logística, salud, etc.) y contenidos (huelga general, convergencia de las luchas,[iii] etc.) Una parte del movimiento de Nuits Debout participó en los bloqueos económicos.
A pesar de su carácter pacífico la ocupación en París fue dispersada por la policía todas las noches, y todas las mañanas la gente ocupó nuevamente la Plaza de la República, durante tres meses y medio.
La derrota del movimiento
A pesar de las múltiples formas de protesta y la oposición de la mayoría contra la reforma, el movimiento no fue capaz de impedir el deterioro de las condiciones de trabajo en Francia.
El impacto de las protestas no llegó más allá de algunas enmiendas menores a la ley. Esto se debe a que, por un lado, las huelgas y los bloqueos no fueron lo suficientemente amplios y, por el otro, el gobierno estaba decidido a aprobar la ley. Las manifestaciones se reprimieron con dureza, hubo numerosos heridos, detenciones (1.900 en tres meses) y prohibiciones de participar en las manifestaciones o de informar sobre ellas. Como resultado se escuchó a menudo la consigna: “Todo el mundo odia a la policía”, en un país que consideraba a los policías como héroes después de los ataques cometidos por el “EI”. Una parte de los jóvenes adoptó formas militantes y creativas para protegerse contra la violencia, como se observa en la imagen viralizada de un hombre enmascarado que devuelve una granada de gas lacrimógeno a su origen, con una raqueta de tenis.
Más allá de la represión contra los manifestantes (y también contra sindicalistas) el gobierno dejó en claro su determinación al recurrir en tres ocasiones al art. 49, inc. 3 de la Constitución que faculta al Parlamento a aprobar una ley sin votación (porque su reprobación desembocaría en elecciones). Lo hizo en una situación en que la derecha parlamentaria se opuso a la ley, aunque solo formalmente; cuando el proyecto de ley ingresó al Senado, la derecha sometió una propuesta aún más dura, que permitió a los socialistas a presentar su proyecto como una propuesta de izquierda. Mientras tanto el Frente Nacional fascista, a sabiendas que algunos (posibles) miembros del partido se opusieron a la reforma, presentó una tímida crítica a algunas partes de ella (Le Monde 2016).
¿Y ahora, qué?
Una fuerza de trabajo que sea más flexible y trabaje más horas no desagrada al capital. La reforma laboral tendrá como consecuencia una mayor desigualdad económica y la disminución de los salarios, que se debe a la menor capacidad de presionar a nivel de rama y de sector, lo cual tampoco desagrada a los dueños del capital presionados por la competencia internacional.
La CGT y FO prometieron continuar la lucha contra la ley por la vía legal, por ejemplo mediante el recurso a las directivas sobre salud y seguridad de la UE, la Carta Social de la UE y los convenios sobre libertad sindical y el derecho a la negociación colectiva de la OIT.
Quienes integraron el movimiento no se olvidarán de la represión, y esto tendrá un efecto en su percepción del Estado, de la democracia y del Partido Socialista como parte de la ´izquierda´. Es de suponer que el descalabro del partido en las elecciones de 2017 pueda ser explicado, en parte, por la creciente desconfianza en torno a la Loi Travail. Por ejemplo, muchos desocupados y trabajadores que tradicionalmente apoyaban al Partido Socialista o al Partido Comunista, y que continúan apoyando a los sindicatos, se han volcado al Frente Nacional ultraderechista (Schmid 2016a). Si bien esto no es una consecuencia directa de la imposición de la ley, el manejo de la reforma ciertamente contribuyó a deslegitimar aún más al Partido Socialista y a fortalecer al Frente Nacional que se había mantenido ajeno al conflicto. Muchos temen que debido al deprecio absoluto de todos los partidos en el poder por la clase obrera, combinado con la desorientación completa de la izquierda, la crisis actual podría desembocar en una Francia y una Europa fascistas. En Francia la candidata de la ultraderecha perdió en la segunda vuelta contra el ultraliberal Macron, pero esto no reduce para nada el peligro real. Los sindicatos enfrentan una tarea abrumadora; la única forma de avanzar es la lucha conjunta con y dentro de la clase obrera para desarrollar una narrativa progresista que no puede ser cooptada por la ultraderecha.
Será interesante observar, si en los próximos meses el movimiento contra la Loi Travail recobrará impulso en la medida que Macron está proponiendo reformas que avanzarán aún más en el camino hacia la flexibilización del mercado de trabajo - y la inseguridad de los trabajadores.
i. En realidad, los jóvenes y el sub proletariado de los suburbios pobres de las grandes ciudades (cités) se involucraron solo raras veces.
ii. Las primeras manifestaciones contra la reforma de la legislación de trabajo coincidieron con manifestaciones de solidaridad con migrantes expulsados y contra el estado de emergencia.
iii. Se trata de un concepto usado por quienes perciben la conjunción de luchas que no están interconectadas entre ellas a priori (expulsión de inmigrantes, oposición al estado de emergencia, luchas laborales, etc.) y que podrían cambiar el equilibrio de poder, si se diera su convergencia
Desde el principio, los sindicatos y trabajadores franceses y muchos jóvenes protestaron contra la ley en su totalidad, al tiempo que se había declarado el estado de emergencia en el país luego de varios ataques atribuidos al “Estado islámico”.
Las protestas mostraron una gran diversidad, tanto por su composición[i] como por las tácticas empleadas, por lo que fueron vistas como un 'movimiento'. Pusieron de manifiesto la indignación de la clase obrera, pero también la percepción de los jóvenes de que no había futuro para nadie. El Estado estaba decidido a aprobar la reforma y reaccionó con violencia contra las protestas. La reforma entró en vigor el 1 de enero de 2017, con el estado de emergencia aún vigente y acompañado por el crecimiento de la ultraderecha.
Formas y composición de las protestas
Al igual que en otros países del sur de Europa, el desempleo en Francia es alto: oficialmente, el 10% de la población está desocupada. Movimientos reaccionarios y el partido ultraderechista Frente Nacional están avanzando. La última ola importante de protestas se generó en 2010, en contra de la reforma jubilatoria que aumentaba la edad de retiro. Esa lucha fue derrotada poco tiempo antes de que el Partido Socialista llegara al poder en 2012 (Gorossari; Sauviat 2016).
Con este antecedente podría resultar sorprendente que la población estuviera dispuesta a luchar contra la nueva reforma,[ii] en lugar de aceptarla como un mal menor.
A lo largo de varios meses los sindicatos organizaron protestas en todo el país, cuya coordinación se realizaba mediante una plataforma sindical (intersyndicale). Sin embargo, después de la primera revisión -por cierto bastante superficial- de la reforma laboral, la Confédération Franҫaise Democratique du Travail (CFDT) depuso su oposición contra la reforma, seguida por otros sindicatos menores. La CFDT, la organización sindical más grande de Francia, sostuvo que las negociaciones colectivas a nivel de las empresas, en lugar de la rama de actividad, fortalecerían el diálogo social. La Confédération Générale du Travail (CGT), Force Ouvrière (FO), Solidaires y otros sindicatos menores mantuvieron su rechazo a la reforma. Las elecciones a nivel de las empresas, con la participación de trabajadores organizados y no organizados, en lugar de acuerdos colectivos por ramo, operan en contra de la cobertura por sector que los sindicatos suelen preferir (Schmid 2016b).
Las manifestaciones se intensificaron antes de que el proyecto de ley ingresara al Parlamento, en marzo de 2016. En la primera línea estaban los jóvenes, entre ellos muchos oriundos de la periferia meridional de Europa que habían inmigrado in busca de un futuro mejor (El Azzouzi y Goanec 2016).
Se organizaron huelgas en sectores tales como química, transporte y energía donde la CGT mantiene una presencia bastante fuerte. Por lo general, fueron de corta duración, pero los trabajadores de ocho refinerías detuvieron la producción durante tres semanas. Se trataba de una ‘huelga delegada’, con la delegación de la huelga a sectores más fuertes con empleo seguro.
Al igual que en las protestas contra la reforma jubilatoria, se puso en práctica la idea de que resulta más fácil bloquear la circulación de los bienes que su producción, cuando el desempleo y el empleo precario se han convertido en lo normal. En consecuencia, se bloquearon rutas, puentes, puertos y refinerías. Sin embargo, no fueron suficientes los bloqueos ni la huelga delegada para obligar al gobierno a retirar la reforma propuesta.
Mientras tanto apareció un movimiento llamado Nuits Debout (noches de pie) en las grandes ciudades. Las Nuits Debout se inspiraron en la ocupación de espacios públicos en España y otros lugares a partir de 2008. A pesar del impacto limitado de esas ocupaciones, ofrecieron la posibilidad de expresarse a personas que desconfían de la política formal. Todo el mundo podía hablar en las asambleas, sin jerarquías. En París las ocupaciones se organizaron por comités que se ocuparon de cuestiones de infraestructura (logística, salud, etc.) y contenidos (huelga general, convergencia de las luchas,[iii] etc.) Una parte del movimiento de Nuits Debout participó en los bloqueos económicos.
A pesar de su carácter pacífico la ocupación en París fue dispersada por la policía todas las noches, y todas las mañanas la gente ocupó nuevamente la Plaza de la República, durante tres meses y medio.
La derrota del movimiento
A pesar de las múltiples formas de protesta y la oposición de la mayoría contra la reforma, el movimiento no fue capaz de impedir el deterioro de las condiciones de trabajo en Francia.
El impacto de las protestas no llegó más allá de algunas enmiendas menores a la ley. Esto se debe a que, por un lado, las huelgas y los bloqueos no fueron lo suficientemente amplios y, por el otro, el gobierno estaba decidido a aprobar la ley. Las manifestaciones se reprimieron con dureza, hubo numerosos heridos, detenciones (1.900 en tres meses) y prohibiciones de participar en las manifestaciones o de informar sobre ellas. Como resultado se escuchó a menudo la consigna: “Todo el mundo odia a la policía”, en un país que consideraba a los policías como héroes después de los ataques cometidos por el “EI”. Una parte de los jóvenes adoptó formas militantes y creativas para protegerse contra la violencia, como se observa en la imagen viralizada de un hombre enmascarado que devuelve una granada de gas lacrimógeno a su origen, con una raqueta de tenis.
Más allá de la represión contra los manifestantes (y también contra sindicalistas) el gobierno dejó en claro su determinación al recurrir en tres ocasiones al art. 49, inc. 3 de la Constitución que faculta al Parlamento a aprobar una ley sin votación (porque su reprobación desembocaría en elecciones). Lo hizo en una situación en que la derecha parlamentaria se opuso a la ley, aunque solo formalmente; cuando el proyecto de ley ingresó al Senado, la derecha sometió una propuesta aún más dura, que permitió a los socialistas a presentar su proyecto como una propuesta de izquierda. Mientras tanto el Frente Nacional fascista, a sabiendas que algunos (posibles) miembros del partido se opusieron a la reforma, presentó una tímida crítica a algunas partes de ella (Le Monde 2016).
¿Y ahora, qué?
Una fuerza de trabajo que sea más flexible y trabaje más horas no desagrada al capital. La reforma laboral tendrá como consecuencia una mayor desigualdad económica y la disminución de los salarios, que se debe a la menor capacidad de presionar a nivel de rama y de sector, lo cual tampoco desagrada a los dueños del capital presionados por la competencia internacional.
La CGT y FO prometieron continuar la lucha contra la ley por la vía legal, por ejemplo mediante el recurso a las directivas sobre salud y seguridad de la UE, la Carta Social de la UE y los convenios sobre libertad sindical y el derecho a la negociación colectiva de la OIT.
Quienes integraron el movimiento no se olvidarán de la represión, y esto tendrá un efecto en su percepción del Estado, de la democracia y del Partido Socialista como parte de la ´izquierda´. Es de suponer que el descalabro del partido en las elecciones de 2017 pueda ser explicado, en parte, por la creciente desconfianza en torno a la Loi Travail. Por ejemplo, muchos desocupados y trabajadores que tradicionalmente apoyaban al Partido Socialista o al Partido Comunista, y que continúan apoyando a los sindicatos, se han volcado al Frente Nacional ultraderechista (Schmid 2016a). Si bien esto no es una consecuencia directa de la imposición de la ley, el manejo de la reforma ciertamente contribuyó a deslegitimar aún más al Partido Socialista y a fortalecer al Frente Nacional que se había mantenido ajeno al conflicto. Muchos temen que debido al deprecio absoluto de todos los partidos en el poder por la clase obrera, combinado con la desorientación completa de la izquierda, la crisis actual podría desembocar en una Francia y una Europa fascistas. En Francia la candidata de la ultraderecha perdió en la segunda vuelta contra el ultraliberal Macron, pero esto no reduce para nada el peligro real. Los sindicatos enfrentan una tarea abrumadora; la única forma de avanzar es la lucha conjunta con y dentro de la clase obrera para desarrollar una narrativa progresista que no puede ser cooptada por la ultraderecha.
Será interesante observar, si en los próximos meses el movimiento contra la Loi Travail recobrará impulso en la medida que Macron está proponiendo reformas que avanzarán aún más en el camino hacia la flexibilización del mercado de trabajo - y la inseguridad de los trabajadores.
i. En realidad, los jóvenes y el sub proletariado de los suburbios pobres de las grandes ciudades (cités) se involucraron solo raras veces.
ii. Las primeras manifestaciones contra la reforma de la legislación de trabajo coincidieron con manifestaciones de solidaridad con migrantes expulsados y contra el estado de emergencia.
iii. Se trata de un concepto usado por quienes perciben la conjunción de luchas que no están interconectadas entre ellas a priori (expulsión de inmigrantes, oposición al estado de emergencia, luchas laborales, etc.) y que podrían cambiar el equilibrio de poder, si se diera su convergencia
Luce Dubois es alumna de la Global Labour University. Trabajó en varios grupos de investigación de alumni de la GLU, tales como Megaeventos deportivos y trabajo y Educación y conciencia política de los trabajadores, y estudió la resistencia contra el régimen de trabajo de Amazon entre 2015 y 2016.
Referencias bibliográficas
El Azzouzi, R.; Gueugneau, C. y Goanec, M. (2016), “Superando las predicciones: un tsunami contra la ley de trabajo” (en francés), Mediapart 15 de mayo
Gorossari, M. y Sauviat, L. (2016), “The uneven Development of (mass) strikes in France and Spain” ["El desarrollo desigual de las huelgas (de masas) en Francia y España”], Workers of World, 1 (8)
Le Monde (2016), "Loi Travail. El Frente Nacional atrapado en flagrante delito de divisionismo" (en francés), 16 de julio
Schmid, B (2016a), “El Frente Nacional y los sindicatos en Francia” (en alemán), Gegenblende, 6 de enero
Schmid, B (2016b), “La controvertida reforma de la legislación de trabajo francesa: 7a parte” (en alemán), Labournet Germany, 16 de marzo
Las opiniones expresadas en esta publicación no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la Friedrich-Ebert-Stiftung.