Luis Campos |
El "mejor alumno": la herencia del neoliberalismo en Argentina
A fines de los años 90 Argentina tuvo que enfrentar una crisis de suma gravedad. Después de actuar durante años como el "mejor alumno" de instituciones internacionales tales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, en 1998 la economía del país comenzó a sumarse en una recesión que llevó al país a una crisis política y social, cuyo punto crítico se alcanzó en el año 2001. Durante la crisis, a diario miles de personas protestaron contra el gobierno. Algunas protestas fueron organizadas por los sindicatos, otras por diferentes organizaciones de la sociedad civil, y otras más fueron espontáneas.
El último capítulo de la historia es de público conocimiento. En diciembre de 2001 el gobierno reprimió las protestas. Se calcula en más de 30 el número de muertos provocados por la represión. Aun así, el presidente fue obligado a dimitir, luego de lo cual Argentina pasó por un período de inestabilidad política y económica, durante el cual fue gobernada por cinco presidentes en el correr de pocas semanas y se declaró la cesación de pagos de la deuda externa.
Desde la perspectiva obrera y sindical los resultados de este proceso fueron devastadores. Sus orígenes deben buscarse en el gobierno militar que gobernaba el país entre 1976 y 1983 y sentó las bases para la implementación de las políticas neoliberales en las décadas posteriores. En 2001 el salario real promedio se ubicaba un 43% por debajo del salario real de 1975 y la devaluación de la moneda nacional de 2002 llevó la tasa de desempleo a casi 25% (en comparación con una tasa promedio de 5% a 6% en la década de 1980), mientras 49% de los trabajadores quedaban en situación de informalidad.[1] Paralelamente, la economía argentina experimentó una transformación profunda, en cuyo transcurso aumentó la incidencia del sector financiero y la "gran industria" quedó eliminada casi por completo.
Después de la crisis: altas ganancias y lenta recuperación del trabajo
La recuperación de la economía argentina desde 2002 se debe a numerosos factores. Entre ellos se destacan la devaluación de la moneda, gracias a la cual la industria podía producir a costos menores, y los cambios de los términos de intercambio. En la última década el incremento de los precios internacionales de los commodities exportados por el país fue particularmente importante. Fueron éstas las condiciones objetivos con las que el nuevo gobierno de centroizquierda se encontró en 2003 y que lo motivaron a fomentar el crecimiento económico mediante la implementación de una política que fortaleciera el mercado interno.
Sin embargo, después de 10 años de crecimiento económico continuo los salarios reales recién han recuperado los niveles previos a la crisis de 2001, mientras el producto interno bruto aumentó 77% (véase Gráfica 1). Los obstáculos contra el aumento del salario real se han acentuado desde 2007, cuando la tasa anual de la inflación se elevó a 25% aproximadamente, para ubicarse en valores anuales de entre 20% y 25% desde entonces.[2] La persistencia de esta tasa de inflación, la más elevada de los países sudamericanos, por más de seis años (con la excepción de 2009) puso en tela de juicio la sostenibilidad a mediano plazo de la economía argentina.
Gráfica 1. Producto bruto interno y salario real en Argentina, 2001 - 2012 (2001= 100)
Fuente: Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC). Los datos relativos a la inflación correspondientes al período 2007 - 2012 fueron proporcionados por los institutos provinciales de estadística.
La brecha entre la evolución del PBI y el salario real se refleja también en los resultados de las empresas. Efectivamente, la tasa de ganancia de las principales empresas del país (en su mayoría, transnacionales) se ha duplicado en comparación con la década anterior, mientras que la participación de los salarios en el valor agregado de esas empresas apenas llega a los niveles de 2001 (véase Gráfica 2).
Gráfica 2. Ganancia y salarios sobre valor agregado en las 500 principales empresas
Fuente: Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC).
El mercado de trabajo presenta también algunos aspectos críticos. En primer lugar, tanto el desempleo como el subempleo permanecen en uno de los niveles más altos de la historia argentina (en ambos casos, entre 7% y 8%), aunque por debajo de las tasas de los años 90.
En segundo lugar, el crecimiento económico de la última década no fue capaz de crear un mercado de trabajo único formal y estructurado; este sigue presentando fuertes señales de fragmentación. De acuerdo con los últimos datos disponibles (correspondientes al 4° trimestre de 2012), los trabajadores formales representan solamente el 50% de la fuerza de trabajo; la otra mitad corresponde a trabajadores informales, autoempleados y desocupados. Además, la creciente externalización ha contribuido a la generación de una brecha dentro del grupo de los trabajadores formales, con todos los obstáculos que ello implica para las estrategias sindicales.
Población económicamente activa (sin directivos), por categoría de ocupación (4° trimestre de 2012)
La persistencia de un alto porcentaje de trabajadores no registrados (trabajadores informales) constituye una nueva característica del mercado de trabajo argentino. Este sector se había convertido en residual, antes de que comenzara a crecer de forma significativa en los años 90. La recuperación del crecimiento económico a partir de 2003 contribuyó a reducir el número total de trabajadores informales. Sin embargo, desde 2007 el porcentaje de trabajadores no registrados se ha mantenido incambiado en niveles que se ubican entre los más altos de la historia argentina. En otras palabras, a pesar de un crecimiento económico de casi 80% continúan altos los niveles de informalidad en el mercado de trabajo.
Informalización y salarios bajos: dos desafíos para el movimiento obrero de Argentina a comienzos del siglo XXI
El análisis de los cambios en el modelo de crecimiento económico y la persistencia de la fragmentación del mercado de trabajo permite determinar, cuáles serán los principales desafíos del movimiento obrero.
A lo largo de la última década, los sindicatos argentinos han recuperado la negociación colectiva como un instrumento de lucha por el aumento de los salarios. Lograron que desde 2006 se celebraran rondas anuales de acuerdos colectivos. Los acuerdos que se negocian por rama de actividad tienen validez para los trabajadores y empleadores en todo el país (entre los trabajadores formales la tasa de cobertura oscila entre 60% y 80%).
Al mismo tiempo el porcentaje de sindicalización en Argentina ocupa el primer lugar en la región: casi 40% de los trabajadores formales cuentan con afiliación sindical. Además, en los últimos años el movimiento obrero, sobre todo del sector formal, llevó a cabo numerosas huelgas y acciones en general que resultaron en el incremento del salario real y la recuperación, al menos parcial, de algunos derechos que se habían perdido en la década de 1990.
De la Gráfica 1 se desprende que los aumentos salariales de los trabajadores formales del sector privado (que además estuvieron cubiertos por la negociación colectiva) entre 2001 y 2012 fueron superiores al promedio (26,2% contra 2,6%), mientras los trabajadores informales apenas recuperaron los niveles de 2001 y el salario real de los trabajadores públicos sufrió una fuerte caída (en 2012, 38% por debajo del valor correspondiente a 2001).
Ante esta situación el gobierno y muchos sindicatos han llegado a la conclusión que la reducción del sector informal sería la única solución posible.
Sin embargo, queda demostrado por la experiencia reciente que ni siquiera el crecimiento económico más pronunciado en muchas décadas fue suficiente para recomponer un mercado de trabajo estructurado y formal. Según una corriente de opinión bastante amplia el movimiento obrero debería ensayar nuevas respuestas a la fragmentación actual del mercado de trabajo, incluyendo la introducción de cambios en las estrategias y estructuras sindicales, para integrar los trabajadores formales y poder llevar a cabo políticas de mejora salarial para quienes no están cubiertos por la negociación colectiva.
Habrá que encarar estos desafíos, pero paralelamente el movimiento obrero continuará su lucha por un incremento sólido de los salarios reales, teniendo en cuenta las altas tasas de ganancia que muchas empresas lograron en Argentina en el correr de las últimas décadas.
[1] Los trabajadores no registrados no tienen acceso al sistema de seguridad social (sistema jubilatorio público, protección contra enfermedades y accidentes laborales, etc.) ni están incluidos en las negociaciones colectivas. En Argentina esta categoría se usa para medir el grado de informalización del mercado de trabajo.
[2] En 2006 el Gobierno Nacional intervino a través del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) con el objetivo prioritario de manipular la tasa de inflación. Desde entonces no ha sido posible conocer los valores reales de la inflación argentina. Los datos citados en este artículo son proporcionados por otras instituciones públicas, sobre todo los institutos de estadística de las provincias, y se usan también en los informes de otras agencias del Gobierno nacional.
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Luis Campos es doctor en Ciencias Sociales (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales - CONICET). Su trabajo actual de investigación se centra en la negociación colectiva y el mercado laboral y se lleva a cabo desde la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA).
Las opiniones expresadas en esta publicación no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la Friedrich-Ebert-Stiftung.