Ramón Certeza |
La digitalización de la economía fue el tema central del Foro Económico Mundial de Davos de diciembre de 2015, en el que destacados economistas y renombrados institutos europeos de investigación presentaron informes sobre el futuro del trabajo que se ocuparon de las posibles consecuencias de la digitalización para los trabajadores (IndustriALL, 2017). En esta misma línea de indagación, en mayo de 2017 la Fundación Friedrich Ebert organizó una conferencia internacional en Vietnam que buscaba respuestas a dos preguntas centrales: ¿Qué efecto tiene la transformación digital en las economías asiáticas? ¿Se ha instrumentado esta transformación en términos justos e incluyentes? Ambos acontecimientos elevaron el discurso a nuevos niveles, con visiones y perspectivas divergentes, según los actores en cada uno de los niveles.
Lo que la historia nos enseña
Aprendimos de la historia que desde los comienzos de la industrialización los procesos de manufactura industrial han pasado por cambios tecnológicos permanentes, desde el uso del agua y del vapor que inauguró la primera revolución industrial y dio pie a algunas industrias manufactureras como por ejemplo la textil, pasando por el desarrollo de las líneas de montaje y las correas transportadoras en el período del fordismo a inicios del siglo XX, seguido por la era de la computadora en los años 70 que marcó la tercera revolución industrial, hasta el movimiento hacia la cuarta revolución industrial que fusiona la tecnología digital avanzada con la manufactura de productos. Si bien en los comienzos el potencial productivo creado por la digitalización estaba limitado en cuanto a su alcance y el espacio abarcado, se vio fuertemente potenciado, cuando las tecnologías de la información se unieron a las telecomunicaciones, lo que permitía a las computadoras a vincularse entre ellas sin problemas, combinando la última tecnología con rápidas conexiones de internet.
Durante las primeras tres revoluciones industriales el trabajo sufrió dolorosos desplazamientos de empleos y el empeoramiento de las condiciones de trabajo. Aunque de la mano de cada revolución también se crearon empleos, sobre todo en los sectores manufactureros intensivos en trabajo, de modo que paulatinamente, y sobre la base de una combinación de regulaciones gubernamentales con innovaciones industriales, la condición de los trabajadores mejoró en algunos lugares del norte global como el Reino Unido y Estados Unidos.
Esos cambios trascendentes del proceso manufacturero pueden ser entendidos como revoluciones sociales y tecnológicas. La transformación digital actual modificará de forma dramática a los procesos de producción que usan tecnologías de punta y se servirá, hasta cierto punto, de la robótica para que contribuya a incrementar el crecimiento de la productividad de las empresas. Aunque todo esto podría conllevar también el desplazamiento de trabajadores y la profundización de la erosión de los vínculos laborales.
En los hechos, se ha producido una polarización de los discursos sobre los efectos de la cuarta revolución industrial (Industria 4.0). Los optimistas aseguran, por un lado, que para el mercado de trabajo la digitalización significa que se crearán más empleos bien remunerados, y que los nuevos empleos estarán acompañados de salarios bastante altos para trabajadores altamente cualificados con altos niveles de autonomía y flexibilidad, lo que los hará más atractivos para trabajadores jóvenes. Los pesimistas, en cambio, subrayan que se producirá un “desempleo tecnológico” masivo, porque la instalación de las nuevas tecnologías desplazará a los trabajadores de menores cualificaciones y creará más empleos precarios. Además es de suponer que la mencionada evolución tecnológica llevará a la relocalización de los empleos desde las economías en desarrollo a las más ricas y desarrolladas. Un informe de UNCTAD (2016) pronostica que “la relocalización de las actividades económicas a los países más desarrollados es un mecanismo que podría llevar a la reducción de la producción y el empleo en el sector manufacturero de los países en desarrollo”.
Estos puntos de vista contrapuestos deben ser tomados en cuenta como un desafío ya conocido que, sin embargo, requiere nuevas respuestas.
Desafíos para los sindicatos industriales
Según algunas hipótesis los sindicatos carecen de la comprensión suficiente de la complejidad y del desarrollo de la nueva tecnología. Algunos sindicatos entienden a Industria 4.0 como la informatización de las cosas y creen que el uso de las máquinas inteligentes como la impresora 3D, los robots y la inteligencia artificial en el proceso productivo sean cuestiones que pertenecen al futuro lejano. El grado de su integración al proceso manufacturero, la velocidad con que se hará realidad y la forma en que afectará al empleo siguen siendo grandes incógnitas. Para otros Industria 4.0 hace referencia a innovaciones e invenciones que cambian, más allá de la producción, a la situación de los trabajadores y el trabajo industrial en general.
A nivel de los lugares de trabajo los salarios, jornadas laborales y condiciones de trabajo continúan siendo desafíos de la transformación digital a los que se debe prestar atención especial.
En la actualidad muchas fábricas pequeñas y medianas -y hasta cierto punto, también las micro empresas- forman parte, de una u otra manera, de las cadenas de valor mundiales gobernadas por las corporaciones transnacionales. Contratistas y subcontratistas mantienen contactos con corporaciones transnacionales (CTN) en varios niveles. Sin embargo, muchas unidades de producción están en mal estado, y los trabajadores cumplen tareas repetitivas durante largas horas de trabajo. Y por más extenuantes y exigentes que sean las tareas, los trabajadores no tienen otra opción, ya que deben competir con un gran ejército de personas desocupadas.
La baja densidad de sindicalización y la baja tasa de afiliados cubiertos por los acuerdos colectivos marcan otra tendencia continua en el sector manufacturero. La misma será agravada por la esperada reducción de la fuerza de trabajo permanente que será sustituida por trabajadores temporales sin estabilidad laboral y con acceso limitado a los derechos consagrados por ley (Guppta, 2016).
La instalación de máquinas automáticas o robots como en el caso de las plantas manufactureras más avanzadas de Foxconn en China, donde se produce fundamentalmente el iPhone de la empresa Apple, amenaza con la sustitución de la fuerza de trabajo entera con “foxbots” en el futuro cercano (Statt, 2016). Como parte de la estrategia comercial china “Made in China 2015”, se emplearán aún más robots en el sector manufacturero.
En algunos países que están en condiciones de mitigar los efectos del desplazamiento de puestos de trabajo debido a la digitalización, existirá también la posibilidad de reducir las horas trabajadas. Sin embargo, en la mayoría de los países en desarrollo la reducción de la jornada equivale a la reducción del ingreso de los trabajadores, sobre todo en aquellos países que carecen de protección de seguridad social institucionalizada.
Los efectos de la cuarta revolución industrial sobre el empleo y las relaciones industriales podrán estructurarse de manera justa, equitativa e inclusiva, si parten de la justicia social como base.
El papel de los sindicatos
El papel que los sindicatos jueguen en esta transformación industrial dependerá de su análisis y sus acciones. Como varios sectores industriales experimentarán, inevitablemente, la cuarta revolución industrial de una manera mucho más rápida y profunda de lo que nos hemos podido imaginar, los sindicatos deben estar preparados para sus posibles efectos sobre el empleo, las condiciones laborales y los derechos de los trabajadores y empeñarse por lograr una transición justa que sea razonable y equitativa. ¿Qué queremos decir, cuando hablamos de una transición justa? Significa ir más allá de la provisión de una red de seguridad y de las indemnizaciones para quienes se verán afectados para ubicar la vida económica en un marco social y democrático. Una transición democrática debería ser un conjunto completo de políticas industriales sostenibles y programas sociales gracias a los cuales los trabajadores tendrán la oportunidad de beneficiarse de los cambios, en lugar de cargar con sus costos.
La participación activa de los sindicatos en el diálogo en todos los niveles es muy importante para poder prepararse para la transformación. Asimismo los sindicatos tendrán que pensar nuevamente en estrategias que trasciendan las tradicionales, cuya base son los modelos tradicionales de relaciones industriales. Es un deber ineludible que se encuentren nuevas formas de organización a partir del uso de las nuevas tecnologías y las nuevas fuentes de poder en la era de la digitalización. Los sindicatos podrán organizar los trabajadores en línea y mediante redes que se sirvan de la misma tecnología que el capital. Si el capital se transforma y usa Industria 4.0 como plataforma de cambio, los sindicatos deben impulsar la Unión 4.0. Si bien no existe un modelo único para la transformación ni tampoco una base empírica acerca de cómo los sindicatos se están preparando para esta gran transformación tecnológica, los sindicatos en algunas partes del mundo han iniciado un proceso de innovación para estar a la altura de los cambios. Por ejemplo en Italia, la Federación de Empleados y Obreros Metalúrgicos fomenta la capacitación profesional como un derecho de los trabajadores que debería ser incluido en el acuerdo colectivo nacional del sector metalúrgico. De esta manera se allana el camino para que los trabajadores puedan adaptarse a los conocimientos requeridos de las empresas o del sector que será afectado por la digitalización. Mientras tanto, los afiliados de IndustriALL en Filipinas están consolidando sus sindicatos sectoriales y sus alianzas con las organizaciones como parte de su preparación para el diálogo sectorial con los actores industriales con la finalidad de prevenir el desplazamiento de empleos.
Tanto la innovación tecnológica como la automatización digital han llegado para quedarse. Las transformaciones serán inevitables. El intento de detener esas transiciones no constituye una opción con la que se pueda ganar. Los sindicatos no han tenido sus mayores éxitos, cuando intentaron prevenir las transformaciones, sino cuando se empeñaron en lograr que transformaciones sociales potencialmente desastrosas estuvieran más aceptables, y en asegurar que se mantuviera la protección a los trabajadores, sus familias y la sociedad.
Los sindicatos deben mantenerse en alerta contra la creciente desigualdad en la distribución de la riqueza. Necesitamos una transición justa.
Ramón Certeza es profesor de la Facultad de Trabajo y Relaciones Industriales de la Universidad de Filipinas (UP-SOLAIR). Se desempeña como coordinador nacional del proyecto de construcción sindical de IndustriAll Global Union en Filipinas. Es ex secretario general de la Confederación de Trabajo y Servicios Sociales Afines (CLASS-TUCP) y secretario general adjunto del Congreso Sindical de Filipinas (TUCP).
Referencias bibliográficas
Guppta, K. (2016), “Will labor unions survive en the era of automation?” ["¿Los sindicatos, podrán sobrevivir en la era de la automatización?"], Forbes, 12 de octubre
IndustriALL Global Union (2017), The Challenge of Industry 4.0 and the demand for new answers: the Role of Unions for the Future of Modern Societies in the Light of Structural Diversities [El desafío de Industria 4.0 y la necesidad de respuestas nuevas: el papel de los sindicatos para el futuro de las sociedades modernas a la luz de las diversidades estructurales] (borrador sin publicar de un documento de trabajo).
Statt, N. (2016), “iPhone manufacturer Foxconn plans to replace every human worker with robots” [“El fabricante de iPhone, Foxconn, prevé sustituir todos los trabajadores humanos por robots”].
UNCTAD (2016), “Robots and industrialization in developing countries” [“Los robots y la industrialización en los países en desarrollo”], Policy brief 50, octubre.
Las opiniones expresadas en esta publicación no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la Friedrich-Ebert-Stiftung.