Markus Wissen y Ulrich Brand |
El economista francés Alain Lipietz (2000) ha observado que en el capitalismo existe una fuerte similitud entre los aspectos sociales y ecológicos. Al igual que la naturaleza, los trabajadores son afectados por las tendencias a la expansión de la producción y la creación de valor capitalistas. Por lo tanto, es del interés de ambos, los trabajadores y la protección ambiental, contener o superar esas tendencias.
Sin embargo, este es tan solo un lado de la moneda. El otro lo constituye la relación más contradictoria entre el trabajo y el medio ambiente, sobre todo con respecto a los países de industrialización temprana: la reproducción misma de la clase trabajadora como parte de las sociedades capitalistas del Norte Global se apoya en la destrucción socio-ambiental. (Con esto no estamos negando que el impacto ambiental de los ricos supera largamente al de las clases subalternas).
El acuerdo fundamental entre el trabajo y el capital está basado en la disposición del trabajo de aceptar su subordinación al capital, a condición de su participación en el incremento del bienestar material posibilitado por la economía capitalista en crecimiento. Sin embargo, el crecimiento de bienestar implica el acceso a los recursos y su extracción. Esto genera emisiones que deben ser absorbidas por sumideros naturales (como por ejemplo los bosques y océanos en el caso del CO2), además de significar la explotación del trabajo en otras partes del mundo.
Esto puede ser especialmente importante en tiempos de crisis. Las tensiones sociales muy limitadas en los países del centro capitalista a partir de 2008 parten fundamentalmente del hecho de que, a diferencia de muchos países del sur y este europeo y del Sur Global, la reproducción de las clases subalternas nunca se había puesto seriamente en tela de juicio. Esto se debe al hecho que los países del centro capitalista se benefician de un orden internacional injusto que les garantiza el acceso ilimitado a la naturaleza y a la fuerza de trabajo más barata.
El modo de vida imperial
Hemos llamado a esta constelación el modo de vida imperial (Brand y Wissen, 2017a, 2017b). Integra la institucionalidad de un orden geopolítico asimétrico que cuenta con el respaldo de la fuerza económica y militar de los países del Norte Global. A partir de su arraigo en la contradicción entre el capital y el trabajo el modo de vida imperial establece vínculos desiguales entre las fuerzas de trabajo de las diferentes partes del mundo.
No es cierto que los trabajadores de los países del centro capitalista aplaudan a conciencia la subordinación de sus compañeros del Sur Global. En cambio, es la necesidad de vender su capacidad de trabajo en el mercado que obliga a los trabajadores norteños a adoptar el modo de vida imperial y, al mismo tiempo, les permite beneficiarse de él: gracias a la materia prima y los productos previos baratos de los países sureños que se transforman o se refinan en las fábricas del norte; gracias a la infraestructura de comunicación y de transporte que facilitan la producción y movilidad en el Norte Global que no serían posibles sin los recursos del sur y la fuerza de trabajo barata que los extraen; gracias también a los commodities como alimentos y vestimenta cuyos precios bajos facilitan la satisfacción de las necesidades básicas en el Norte Global mediante la sobreexplotación de la naturaleza y los trabajadores en el Sur Global.
Generalización a nivel social y propagación global
Hasta la primera mitad del siglo XX el modo de vida imperial estaba fuertemente restringido al consumo de lujo de las clases altas y medias. La participación de los trabajadores fue marginal, por ejemplo a través del consumo de azúcar de las colonias europeas que proporcionó la energía necesaria para los trabajadores sobreexplotados del siglo XIX y de inicios del siglo XX.
Las cosas comenzaron a cambiar a partir del acuerdo fordista entre las clases después de la segunda Guerra Mundial. Debido a las luchas de los trabajadores y su creciente poder estructural y de organización, la economía en desarrollo dinámico y la vinculación de los salarios a la creciente productividad del trabajo, un alto porcentaje de la clase trabajadora del norte tuvo la oportunidad de comprar y consumir productos en una variedad y a una escala jamás vista anteriormente. Como consecuencia, se generalizó el modo de vida imperial en el Norte Global. Equipos de televisión, coches, heladeras y máquinas de lavar se hicieron presentes en la vida cotidiana de los hogares de las clases trabajadora y media y dejaron su impronta en ellos. Facilitaron la reproducción de la clase trabajadora, al tiempo que perpetuaron y hasta fortalecieron, las relaciones de género patriarcales y el orden internacional neocolonial. Sin los recursos, sumideros y la fuerza de trabajo del Sur Global la producción de los productos de consumo duraderos del fordismo hubiese sido imposible.
En el trascurso de la globalización –es decir, la nueva división internacional del trabajo a partir de la revolución de las altas tecnologías y el desplazamiento de las relaciones de poder– el modo de vida imperial se profundizó en el Norte Global, al tiempo que se propagó al Sur Global, donde la creciente clase media adoptó los patrones de consumo de sus contrapartes del norte. Las dramáticas consecuencias socio-ambientales se pueden observar en ciudades como Pekín, pero también en el incremento de las tensiones eco-imperiales.
El modo de vida imperial no se apoya exclusivamente en la acumulación capitalista, sino también en una esfera externa: en territorios no integrados al capitalismo o de menor desarrollo relativo que pueden ser apropiados y valorados y sobre los cuales se puede cargar el costo socio-ambiental de los patrones de producción y consumo insostenibles. Su propagación global implica que la sociedad se vuelve cada vez más dependiente de tales esferas. El acaparamiento de tierras en África, Asia y América Latina, los conflictos en torno a los recursos de aguas profundas, y las controversias relativas a las cuotas de emisión en la política de clima internacional son solo algunos ejemplos de las tensiones que surgen a partir del modo de vida imperial globalizado. Amenazan con incrementar la sobreexplotación de los trabajadores y la naturaleza, las migraciones forzadas y la amenaza de conflictos armados.
La superación del modo de vida imperial
Los trabajadores del Sur y del Norte Global se encuentran ante el desafío de unirse en torno a nuevos conceptos de una buena vida. Se necesitan patrones de producción y consumo que ya no se apoyen en la destrucción de la naturaleza y la explotación de la fuerza de trabajo. El dogma de la competitividad nacional debe ser sustituido por la búsqueda de la solidaridad internacional.
Son muchas las experiencias de las que se puede aprender, como por ejemplo la campaña "Un millón de compromisos por el clima", los Sindicatos por la democracia energética en Estados Unidos, y las luchas por la democracia económica y la producción alternativa que los trabajadores del norte libraron por ejemplo en las décadas de 1970 y 1980. Entre sus denominadores comunes se observa, en primer lugar, el enfoque orientado por los valores que resulta fundamental para superar el "dilema trabajo o ambiente" (Räthzel y Uzzel, 2011). La producción no debe ser impulsada por el objetivo de la maximización de la ganancia; se debe superar el imperativo estructural de crear nuevas necesidades continuamente, ni bien se han generado los medios para su satisfacción; y se deben hacer esfuerzos por negociar democráticamente qué y cuánto será necesario para garantizar una vida buena para todos que esté en consonancia con los requerimientos reproductivos de la naturaleza. En los países del centro capitalista un paso en esa dirección sería una estrategia sindical que ponga mayor énfasis en la reducción del tiempo de trabajo.
Son muchas las experiencias de las que se puede aprender, como por ejemplo la campaña "Un millón de compromisos por el clima", los Sindicatos por la democracia energética en Estados Unidos, y las luchas por la democracia económica y la producción alternativa que los trabajadores del norte libraron por ejemplo en las décadas de 1970 y 1980. Entre sus denominadores comunes se observa, en primer lugar, el enfoque orientado por los valores que resulta fundamental para superar el "dilema trabajo o ambiente" (Räthzel y Uzzel, 2011). La producción no debe ser impulsada por el objetivo de la maximización de la ganancia; se debe superar el imperativo estructural de crear nuevas necesidades continuamente, ni bien se han generado los medios para su satisfacción; y se deben hacer esfuerzos por negociar democráticamente qué y cuánto será necesario para garantizar una vida buena para todos que esté en consonancia con los requerimientos reproductivos de la naturaleza. En los países del centro capitalista un paso en esa dirección sería una estrategia sindical que ponga mayor énfasis en la reducción del tiempo de trabajo.
En segundo lugar, la lucha de los trabajadores y sindicatos tendrá que ir más allá de la esfera de la producción para unirse a la batalla por la justicia ambiental, los derechos de refugiados y la igualdad de género. Se trata, por un lado, de un asunto que atañe al poder estructural y de organización. La articulación de esas luchas no es fácil, pero realza la capacidad de las fuerzas sociales emancipadoras. Por el otro lado, estamos ante un proceso de aprendizaje mutuo, de transformación de subjetividades y de la puesta en práctica experimental de alternativas. Como Räthzel y Uzzel (2011: 1221) explicaron, "los sindicatos deben reinventarse como movimientos sociales cuya responsabilidad no se limita a las condiciones de trabajo de sus afiliados, sino que abarca también sus condiciones de vida en general". Por lo tanto será necesario "tirar abajo el muro invisible que separa los trabajadores en tanto trabajadores en un puesto de trabajo de los trabajadores en su calidad de ciudadanos fuera de sus lugares de trabajo".
En tercer lugar, consideramos que la democratización radical es necesaria como un fin en sí mismo, pero también como herramienta para buscar nuevas alianzas sociales y padrones de producción y consumo. El crecimiento reciente de la extrema derecha en muchas partes del Norte Global ha puesto de manifiesto que la democracia liberal se encuentra en una crisis severa. Las sociedades del Norte Global, muy específicamente, se encuentran en un punto de inflexión: o se vuelcan hacia la derecha para seguir el camino de la estabilización exclusiva y autoritaria del modo de vida imperial –es esto lo que significa, por ejemplo, la fortaleza Europa contra los migrantes y refugiados o Donald Trump– o doblan hacia la izquierda para iniciar una transformación a fondo de sus padrones de producción, consumo y vida. Para esto será indispensable una radicalización de la democracia, es decir su expansión hacia el centro económico del poder social del que ha estado excluido hasta el momento.
Este desafío se dirige especialmente a los trabajadores y sindicatos del Norte Global: podrán aprender los unos de los otros, de sus propias experiencias y de la lucha de sus compañeros en el Sur Global.
Ulrich Brand es profesor de Ciencia Política de la Universidad de Viena.
Markus Wissen es profesor de Ciencias Sociales de la Berlin School of Economics and Law.
Markus Wissen es profesor de Ciencias Sociales de la Berlin School of Economics and Law.
Referencias bibliográficas
Brand, U. y Wissen, M. (2017a), El modo imperial de vida: sobre la explotación de las personas y la naturaleza en el capitalismo global (en alemán), Munich, Oekom.
Brand, U. y Wissen, M. (2017b), The limits of capitalist nature: theorising the imperial mode of living [La naturaleza del capitalismo y sus límites: una teoría del modo e vida imperiral], Londres, Rowman & Littlefield (publicación inminente).
Lipietz, A. (2000), "Political ecology and the future of Marxism" ["Ecología política y el futuro del marxismo"], Capitalism Nature Socialism 11, pgs. 69-85.
Räthzel, N. y Uzzel, J. (2011), "Trade unions and climate change: the jobs versus environment dilemma" ["Movimiento sindical y cambio climático: el dilema trabajo o medio ambiente"], Global Environmental Change, 21(4), 1215-1223.
Las opiniones expresadas en esta publicación no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la Friedrich-Ebert-Stiftung.