Brian Kohler |
Los trabajadores y sus sindicatos aspiran a un futuro en el cual el medio ambiente esté protegido y las industrias sostenibles generen empleos decentes, seguros y saludables. Esto implica la introducción de cambios a los patrones de producción y consumo del presente. Si la sociedad pretende que los trabajadores y sus sindicatos cambien su forma de actuar en la actualidad, debe estar dispuesta a explicarles cómo estarán trabajando mañana. Más vale que la perspectiva sea buena; de lo contrario, la resistencia al cambio será abrumadora. Estamos ante el desafío de construir un puente que una el presente en el cual nos encontramos, con el futuro que debemos alcanzar. Una transición justa para los trabajadores, sus familias y sus comunidades son el prerrequisito fundamental del progreso hacia un futuro sostenible. Esta transición justa contaría con políticas industriales sostenibles, sistemas sólidos de protección social, y programas creativos para la modernización del mercado de trabajo.
Temor, incertidumbre y dudas
En la visión popular sobre los temas climáticos, a menudo el escepticismo no científico gana a la ciencia, porque se trata de una especie de guerra asimétrica. Los científicos no participan en un debate académico con otros científicos. Su debate es con una ruidosa máquina de negación del cambio climático. Así, un científico puede investigar por años las perturbaciones impuestas al clima, redefinir los algoritmos de un modelo de clima y finalmente publicar un documento de trabajo en una revista revisada por sus pares, solo para tener que soportar que la máquina del ruido lo ridiculice en los medios más populares como un ejemplo de ciencia verdadera. Si el científico toma conciencia de que no ha podido convencer a las masas y, por esta razón, responde con más años de investigación y otro documento de trabajo revisado por sus pares, al publicarlo recibirá exactamente el mismo tratamiento, y así sucesivamente.
El objetivo de quienes niegan el cambio climático es la postergación de los cambios necesarios mediante la siembra de temores, incertidumbres y dudas. Esto no tiene nada que ver con un verdadero debate científico; sin embargo, tiene muchísimo que ver con los activos en combustibles fósiles que valen billones de dólares y cuyo valor podría bajar si en algún momento el mundo decidiera enfrentar el cambio climático en serio. El puñado de multimillonarios que financian la ruidosa máquina de la negación del cambio climático sabe que en condiciones en que los gobiernos aún se definen como democráticos, ellos son minoría. Por esto deben conseguir el apoyo de la gente común. Lo hacen mediante la creación de temores; mediante el planteo de la cuestión en términos de “empleo vs. medio ambiente”; fingiendo preocupación por mantener los puestos de trabajo (cuando en otros contextos organizan su reducción).
No podemos permitir que el problema se presente en los términos de “empleo vs. medio ambiente”. Debemos aspirar a los dos: empleos decentes y un medio ambiente sano, o no tendremos nada. Se debe reducir el temor al cambio, y el camino para hacerlo pasa por asegurarle a la gente que la transición a un futuro sostenible será justa y equitativa para todos y todas.
Si no planeamos una transición justa, seguro que la misma será injusta. Y mientras los multimillonarios preparen los escondites seguros para ellos y su dinero, los trabajadores pagarán el verdadero precio del cambio climático, del mismo modo que lo harán, de manera más desproporcionada, las poblaciones más pobres del mundo. En realidad, es una guerra de clases.
Lo que es, y lo que requiere una transición justa
La transición justa esboza una ruta hacia el futuro sostenible y se ocupa del problema de quienes se beneficiarán de los ajustes necesarios para alcanzarlo, y quienes pagan el precio.
A menudo se piensa que los empleos verdes que se generen como parte del movimiento hacia una economía sostenible solucionarán el problema, pero ¿dónde se localizarán esos empleos, y quién podrá acceder a ellos? ¿Se tratará de empleos decentes? El futuro al que aspiramos tendrá que ofrecer algo a los nuevos trabajadores en las nuevas industrias verdes, pero también a los trabajadores de hoy en las industrias de hoy, a sus familias y a las comunidades que dependen de ellos.
La transición justa requiere de tres elementos: (1) políticas industriales sostenibles; (2) una sólida protección social o “redes de seguridad”; (3) y programas ambiciosos y creativos para la modernización del mercado de trabajo.
No cabe duda alguna de que ninguno de estos tres elementos podrá ser realizado por el llamado libre mercado. Solamente los gobiernos cuentan con la fuerza y la autoridad institucional para oponerse a los intereses privados irresponsables, aunque continúan evitándolo por razones ideológicas o por corrupción. Los gobiernos tienen la responsabilidad de actuar, y de actuar ahora para proteger los intereses de los ciudadanos y de las generaciones que vendrán.
Políticas industriales sostenibles
Todos los países dan preferencia a determinadas actividades económicas frente a otras, lo admitan o no. Para ello se sirven por ejemplo de instrumentos económicos tales como impuestos, regalías y subsidios o de programas de investigación y desarrollo con financiamiento público en universidades, hospitales y otras instituciones públicas. En algunos casos los subsidios se esconden en los presupuestos militares o en la construcción y el mantenimiento de infraestructuras que benefician a algunas industrias a expensas de otras. Estas políticas son llevadas a cabo incluso por países supuestamente comprometidos con la desregulación y el llamado libre mercado.
Las políticas industriales sostenibles, simplemente proponen que los incentivos y desincentivos se definan de forma deliberada para favorecer determinadas actividades económicas, por ejemplo sistemas energéticos de bajo consumo de carbón que tengan el potencial de llevar a un futuro sostenible. Se debe prestar atención a la cantidad y la calidad de los empleos generados, a la protección de los derechos humanos y a la dignidad humana. Los empleos sostenibles son empleos decentes, no empleos precarios en talleres de explotación.
Esto comprende el compromiso público de invertir en investigación y desarrollo. La investigación y el desarrollo de mejores tecnologías, debe contar con apoyo público. Salvo en algunos casos excepcionales, el sector privado ha dejado en claro que no está interesado en invertir en las ciencias que necesitamos, y no parece razonable que esperemos algún cambio de comportamiento. Quienes han invertido tanto en las industrias actuales y sus reservas de hidrocarburos no sienten la necesidad de inventar un sustituto para ellas o de provocar la devaluación de esas reservas.
Sistemas de protección social o “redes de seguridad”
La existencia de una sólida red de seguridad social es un prerrequisito absoluto de la transición justa. Todos los sistemas de protección social –jubilaciones, atención sanitaria, indemnizaciones por despidos, educación, servicios de empleo, y las prestaciones directas de asistencia social– no deberían ser inventados para que la transición a un futuro sostenible sea más justa. Los programas sociales se deberían considerar una parte fundamental de cualquier sociedad con pretensiones de equidad. Sin embargo, en lugar de fortalecerlos, muchos gobiernos parecen decididos a debilitar o desmantelarlos por razones ideológicas. De modo que el asalto neoliberal a los programas sociales puede entenderse como uno de los obstáculos a las acciones efectivas contra el cambio climático.
Las redes de seguridad serán necesarias aun en el caso de que muchos empleos existentes se conviertan en ecocompatibles y se cree una gran cantidad de empleos verdes nuevos, entre otras razones para apoyar a aquellos, cuyos empleos no se transformen.
Programas para la modernización del mercado de trabajo
El camino hacia la sostenibilidad requiere niveles de creatividad con respecto a los programas de modernización del mercado de trabajo, como no se han visto desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial. En aquel momento la necesidad de desmovilizar a cientos de miles de efectivos militares, y de reintegrarlos al mercado de trabajo indujo a algunos países (sobre todo, a Estados Unidos) a la implementación de novedosas y generosas medidas en materia de contratación preferencial, beneficios educativos y otros programas de empleo.
La modernización del mercado de trabajo para lograr una transición justa, se realizaría desde un enfoque flexible e integral de apoyo a los trabajadores, sus familias y las comunidades. Debería ser más que un programa de empleo mejorado. Debe involucrar a los trabajadores desde el momento del diseño, y debe ser personalizado para adaptarlo a cada situación. No se puede simplemente desplazar y desechar a quienes trabajan en empleos que la sociedad considera insostenibles, y de esta manera cargar a esos pocos trabajadores con el costo completo de una modernización de la cual se beneficiaría toda la humanidad. Los trabajadores afectados se merecen una colocación preferencial en otros empleos disponibles, que a la vez sean decentes y ofrezcan las mismas remuneraciones y los mismos beneficios. Deben tener la última palabra respecto de los programas de formación o capacitación que a su juicio mejor se adaptan a sus fortalezas y talentos individuales. Los trabajadores de edad más avanzada deberían tener la opción de un retiro anticipado mejorado, si lo prefirieran a otro empleo o una capacitación. Se debe proteger y mantener íntegras a sus familias y comunidades, así como las instituciones que los representan, incluidos los sindicatos que defienden sus intereses durante el proceso de modernización.
Además, deben existir programas creativos para la reconversión de las industrias o de los emplazamientos industriales existentes con los cuales se vuelva a la eficiencia o se procese un cambio completo hacia la fabricación de nuevos productos verdes.
Conclusión
El cambio climático es una amenaza para todo lo que el movimiento obrero representa: equidad, justicia social, y trabajo decente. A nivel de las ciencias no queda margen para dudar. Existe la necesidad evidente y urgente de actuar para limitar –ya no prevenir, pero limitar– las perturbaciones climáticas. Los recientes sucesos climatológicos, son ilustrativos de la urgencia de que las naciones acepten metas fijas y ambiciosas para la reducción de las emisiones.
Ha llegado el momento para que los sindicatos estén a la altura del desafío. La transición justa protegería a los trabajadores, permitiría que las personas y comunidades afectadas participaran al máximo en la definición de sus oportunidades y necesidades y las formas en que las harían valer, y de esta manera contribuiría a reducir la barrera del temor.
La transformación está en marcha. Podemos elegir entre una violenta lucha por los recursos como el agua, la energía y las tierras fértiles mediante medidas de supervivencia de último momento, que desestimarían por completo los derechos humanos y la protección social, y una transición justa que respete y proteja a los trabajadores de hoy, y generaría nuevos empleos decentes en las industrias sostenibles para los trabajadores del mañana.
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Brian Kohler es el Director de Salud, Seguridad y Sustentabilidad en IndustriALL Global Union. Un sindicalista de toda la vida, Brian actualmente está trabajando en su doctorado en sistemas sostenibles de energía.
Las opiniones expresadas en esta publicación no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la Friedrich-Ebert-Stiftung.