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Frank Hoffer |
En la actualidad, las malas noticias parecen abrumadoras: Duterte, Erdogan, Jinping, Kaczynski, Modi, Orban, Putin, Trump. La lista de los líderes políticos fracasados, que sin embargo mantienen su respaldo popular, crece día a día; líderes que no fracasan en términos de maximización de su poder personal, sino a la hora de encarar las necesidades y el futuro del pueblo. Quienes avanzan son líderes machistas unidos por la simpatía por el nacionalismo autoritario y la falta de respeto por la democracia, la justicia y los valores humanistas globales. Asistimos a un movimiento tectónico global hacia el nacionalismo, el chovinismo masculino, el odio a las minorías y el enriquecimiento plutocrático. La situación que ya está difícil tiene el potencial de deteriorarse aún más.
La anodina defensa de la situación actual por las fuerzas ecologistas, liberales y de izquierda no contribuirá en nada para detener el avance de la ultraderecha. El espíritu de la época exige un cambio. Las obsesiones pseudorradicales con el lenguaje purificado y correcto y la lucha apasionada contra expresiones no intencionadas y a veces subconscientes de representantes de la corriente mayoritaria que son presentadas como micro agresiones contra grupos minoritarios no captan lo que realmente está en juego.
Para revertir la marea se requiere una visión de justicia a nivel local y global que hable a la gente, más allá de las universidades y las zonas de comodidad urbanas en vías de gentrificación. Exige a la vez, trabajar por lograr cambios de fondo y esforzarse diariamente para aliviar la vida en un mundo sin piedad e injusto.
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Nina Bünger |
Las empresas subsidiarias y los proveedores de empresas europeas a menudo ignoran los derechos humanos y normas laborales fundamentales. A las empresas matrices se les acusa típicamente por el incumplimiento de normas fundamentales de seguridad en el trabajo que empresas subsidiarias o proveedores cometen, a pesar de conocer las normas o por ignorarlas por negligencia. Sin embargo, las violaciones son cometidas por actores que atribuyen sus actos a transnacionales europeas que actúan en el fondo. Esos perjuicios (o daños (ingl. torts) que pueden resultar en indemnizaciones legales) se producen típicamente en países, cuya legislación nacional no alcanza para obligar a las empresas a respetar los derechos humanos o que carecen de una implementación efectiva del derecho. Por lo tanto, se necesitan recursos en los países sede de las empresas transnacionales responsables.
A diferencia de Estados Unidos, donde las reclamaciones por violaciones del derecho internacional basadas en daños se reciben sobre la base de la Ley de Responsabilidad Civil en el Extranjero (ingl. Alien Tort Claims Act), el derecho civil europeo ofrece pocas opciones para responsabilizar a las empresas por las violaciones de los derechos humanos. La catarata de regulaciones legales blandas, tales como las Directrices de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), los Principios Rectores sobre las empresas y los derechos humanos de las Naciones Unidas (ONU), las Directrices sobre responsabilidad social empresarial, y las limitaciones voluntarias carecen de fuerza, porque no tienen poder vinculante.