Jacklyn Cock |
Andreas Bieler |
Expansión del régimen de libre comercio y tensiones en el movimiento obrero internacional
Luego de finalizar la Ronda Uruguay del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) en 1994 surgieron tensiones en el movimiento obrero internacional debido a la expansión de la agenda de “libre comercio” hacia las áreas del comercio de servicios, contrataciones públicas, medidas de inversión de carácter comercial, derechos de propiedad intelectual y agricultura, y los mecanismos altamente controvertidos de solución de controversias entre inversores y estados. Los sindicatos del Norte —sobre todo en el sector exportador— se inclinan por apoyar los acuerdos de libre comercio, porque parten del supuesto de que los nuevos mercados ayudarán a asegurar los empleos de sus afiliados. En cambio, los movimientos obreros del Sur global se han pronunciado en sentido contrario, porque la expansión del libre comercio a menudo viene acompañada de procesos de desindustrialización y pérdida de empleos en los países que ellos representan (Bieler, Ciccaglione, Hilary y Lindberg, 2014).
Esto no quiere decir que la cooperación entre los movimientos obreros del Norte y del Sur global sea imposible. Políticas comerciales que reivindiquen la importancia medular de la soberanía estatal contarán con el apoyo de los movimientos obreros de todo el mundo, sin importar su posición en la economía internacional. La soberanía estatal está basada en el principio de “comercio justo” que hace referencia a un régimen comercial más abarcativo e integral para regular el intercambio de bienes a nivel internacional, de tal manera que los países puedan poner énfasis en un desarrollo nacional que priorice el derecho de los ciudadanos al agua, la alimentación, la vivienda etc.
La crisis alimentaria mundial y el concepto de seguridad alimentaria
A pesar de la mejora de la situación internacional en los últimos años en comparación con la crisis de 2008, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) informó que “entre 2012 y 2014 alrededor de 805 millones de personas padecieron un estado de desnutrición crónica” (FAO, 2014). Como respuesta a las presiones ejercidas por grandes países agroproductores como Estados Unidos, la UE y Brasil, influyentes corporaciones del sector alimentario (v. g. Monsanto, Cargill) y algunas organizaciones internacionales, entre ellas la OMC y el FMI, se propuso el concepto de la seguridad alimentaria a partir de un enfoque de libre mercado como solución al problema.
Según los críticos el énfasis neoliberal en la “seguridad alimentaria” y el “libre comercio” tuvieron como consecuencias:
- la eliminación de la capacidad de los estados de construir y/o proteger sus sectores agrícolas;
- la intensificación del dumping exportador de los productores agrícolas del Norte, más específicamente de Estados Unidos y de la UE, hacia los mercados del Sur global y la creciente dependencia y vulnerabilidad de los países del Sur como consecuencia de las importaciones de alimentos;
- la tendencia hacia la exportación de productos cultivados desde el Sur global que intensifica aun más la dependencia de las importaciones de alimentos básicos;
- el peso creciente del agronegocio y del poder corporativo en la agricultura internacional, en detrimento de los productores pequeños y de subsistencia.
El cambio climático y las promesas ilusorias de la economía verde
La seguridad alimentaria está amenazada por el cambio climático, especialmente por fenómenos meteorológicos extremos tales como sequías e inundaciones que afectan la producción de los cultivos. A pesar de 21 años de negociaciones internacionales, aún no se ha llegado a un acuerdo vinculante sobre la reducción de las emisiones de carbono. Al contrario, las mismas han aumentado (61 por ciento desde 1990), lo que significa que el cambio climático se está intensificando, generando un impacto devastador —sobre todo en la clase obrera— por el aumento de los precios de los alimentos, malas cosechas, escasez de agua etc.
La respuesta del capital a la crisis climática sostiene que el sistema puede continuar su expansión a partir de la creación de un nuevo “capitalismo sostenible” o “verde”, que aplicaría la eficiencia del mercado a la naturaleza y su reproducción. El capitalismo verde descansa sobre la innovación tecnológica y la expansión del mercado, sin modificar las instituciones capitalistas existentes. Lo que subyace a todas las estrategias, es un amplio proceso de mercantilización de los recursos naturales: la transformación de la naturaleza y de las relaciones sociales en relaciones económicas subordinadas a la lógica del mercado y del imperativo de la ganancia (Cock, 2014).
De esta manera la economía verde incluye la “financiarización de la naturaleza” bajo la forma de las compensaciones de carbono y el cálculo de los “servicios de ecosistemas”, como la capacidad de los humedales de limpiar las aguas y los suelos para secuestrar el carbono. La “naturaleza” se reduce al “capital natural”, lo que contrasta fuertemente con el principio del trabajo con la naturaleza consagrado en la agroecología, uno de los principios fundacionales de la alternativa constituida por la soberanía alimentaria.
La “soberanía alimentaria” como alternativa
La soberanía alimentaria “es la lucha compartida contra los sistemas alimentarios corporativos e industrializados y la determinación compartida de alcanzar modelos de producción, procesamiento y distribución en todas las sociedades que sean benignos en lo social, ecológico y económico” (Mulvany, 2007: 19). El reclamo de soberanía alimentaria cuestiona la concepción neoliberal del libre comercio. Mencionamos arriba que los movimientos obreros de todo el mundo podrían insistir conjuntamente en la soberanía del Estado con respecto a la alternativa de un sistema comercial justo. Se podría agregar que todos los países deberían tener el derecho a la soberanía alimentaria, es decir, a decidir ellos mismos acerca de qué cultivos quieren plantar y cómo, qué cultivos se comercializarán y cuáles serán protegidos contra la competencia extranjera. Además, ayudaría a enfrentar la crisis climática: el enfoque de la soberanía alimentaria contrasta con la agricultura industrial, porque debido a su dependencia de productos químicos y fertilizantes basados en el petróleo así como su producción en grandes extensiones, la misma agota los suelos y contribuye de manera significativa al calentamiento global y el cambio climático. A diferencia de la agricultura industrial, la soberanía alimentaria ofrece una alternativa que está en armonía con la naturaleza.
La soberanía alimentaria y el equilibrio de poder en la sociedad
Por último, la soberanía alimentaria no solo ofrece una salida alternativa a las múltiples crisis, sino que constituye también una vía para encarar el equilibrio de poder en la sociedad. Al cuestionar el libre comercio en la producción alimentaria, se opone a la concepción neoliberal del libre comercio, cuestionando el papel y el poder de “las 40 empresas transnacionales que ejercen el control efectivo del régimen alimentario mundial” (Hilary, 2013: 121). La “soberanía alimentaria” aparece como un concepto fundacional en muchas luchas del Sur global, sobre todo aquellas relacionadas con La Vía Campesina. “Coloca las aspiraciones y necesidades de quienes producen, distribuyen y consumen alimentos, en lugar de las exigencias del mercado y de las empresas, en el centro de los sistemas y políticas alimentarias” (Angus, 2009: 53).
El apoyo a la soberanía alimentaria aumenta en el Norte y el Sur global. A modo de ejemplo, aumentan las movilizaciones en torno a este concepto en Sudáfrica, un país en el cual 14 millones de personas padecen hambre a diario, a pesar del “derecho a una alimentación suficiente” consagrado en la Constitución posterior al apartheid. Hace poco, el Centro para la promoción del cooperativismo y de políticas alternativas (COPAC, por su sigla en inglés) y el Movimiento de la Economía Solidaria declararon que “debemos construir la soberanía alimentaria, mediante la cual la gente y las comunidades recuperan el control de nuestros sistemas alimentarios. En el largo plazo, solo mediante el control y el poder sobre nuestro sistema alimentario estaremos en condiciones de poner fin al hambre” (Declaración del Día Mundial de la Alimentación, 2014). En 2015, más de 50 organizaciones, la mayoría de ellas de base, se reunieron para planificar el inicio de la Campaña sudafricana por la Soberanía Alimentaria “que desafiará al sistema alimentario injusto, inseguro e insostenible de la actualidad... y fomentará la soberanía alimentaria desde las bases” (Declaración de la Campaña sudafricana por la Soberanía Alimentaria, 2015).
La noción de la soberanía alimentaria es explícitamente anticapitalista: “la lucha compartida contra los sistemas alimentarios corporativos e industrializados y la determinación compartida de alcanzar modelos de producción, procesamiento y distribución en todas las sociedades que sean benignos en lo social, ecológico y económico” (Mulvany, 2007: 19). En síntesis, de vinculársela con la noción del “comercio justo”, la soberanía alimentaria podría convertirse en una fuerza unificadora capaz de promover la solidaridad internacional y local de una manera más profunda y amplia que todo lo que se ha intentado con anterioridad.
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Andreas Bieler es profesor de Economía Política e investigador del Centro para el estudio de la justicia social y global (CSSGJ, por su sigla en inglés) de la Universidad de Nottingham/Reino Unido. Actualmente, su trabajo de investigación se centra en los movimientos obreros y su resistencia contra la globalización capitalista. Editó (conjuntamente con Ingemar Lindberg) Global Restructuring, Labour and the Challenges for Transnational Solidarity (Routledge, 2010).
Jacklyn Cock es profesora emérita del departamento de Sociología de la Universidad de Witwatersrand e investigador honorario asociado del Instituto de Sociedad, Trabajo y Desarrollo (SWOP, por su sigla en inglés). Cuenta con numerosas publicaciones sobre temas de género, militarización y ambiente. Su último libro es The War Against Ourselves. Nature, Justice and Power (Wits University Press, 2007).
Jacklyn Cock es profesora emérita del departamento de Sociología de la Universidad de Witwatersrand e investigador honorario asociado del Instituto de Sociedad, Trabajo y Desarrollo (SWOP, por su sigla en inglés). Cuenta con numerosas publicaciones sobre temas de género, militarización y ambiente. Su último libro es The War Against Ourselves. Nature, Justice and Power (Wits University Press, 2007).
Referencias
Angus, I. (2009) The Global Fight for Climate Justice [La lucha global por la justicia climática]. Londres: Resistance Books.
Bieler, A., B. Ciccaglione, J. Hilary e I. Lindberg (eds.) (2015) Free Trade and Transnational Labour [Libre comercio y trabajo transnacional]. Londres: Routledge.
Cock, J. (2014) The ‘Green Economy’: A Just and Sustainable Development Path or a ‘Wolf in Sheep's Clothing’? [“La ‘Economía verde’: camino justo y sostenible al desarrollo o un ‘lobo vestido de cordero’”], Global Labour Journal, Vol.5/1: 23-44
Declaración de la Campaña sudafricana por la Soberanía Alimentaria (2015), Declaración aprobada en Johannesburgo/Sudáfrica, 1 de marzo
FAO (2014) El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2014
Hilary, J. (2013) The Poverty of Capitalism [La pobreza del capitalismo]. Londres: Pluto Press.
Mulvany, P. (2007) ‘Food sovereignty comes of age: Africa leads efforts to rethink our food system’ [“La soberanía alimentaria está madurando: África encabeza los esfuerzos por repensar nuestro sistema alimentario”], Food Ethics, Vol.2/3 (otoño)
Declaración del Día Mundial de la Alimentación (2014) “¡A construir la soberanía alimentaria para acabar con el hambre!”. Declaración de la Campaña por la soberanía alimentaria en el Día Mundial de la Alimentación, editado por el Movimiento de la Economía Solidaria (SEM, por su sigla en inglés) y el Centro para la promoción del cooperativismo y de políticas alternativas (COPAC)
Las opiniones expresadas en esta publicación no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la Friedrich-Ebert-Stiftung.