Andreas Bieler[1] |
La dinámica subyacente de la crisis en la zona del euro
Los problemas actuales resultan directamente de la crisis financiera internacional que se inició en 2007 con la corrida del banco Northern Rock en el Reino Unido y alcanzó su primer punto culminante en 2008 con la bancarrota de Lehman Brothers. Se pueden identificar dos consecuencias principales de la crisis. Primero, los estados se endeudaron fuertemente por causa del rescate de los bancos a punto de quebrar y del salvataje del sistema financiero. En segundo lugar, dado el contexto de altos niveles de incertidumbre los mercados financieros se congelaron. Bancos y otras instituciones financieras suspendieron los préstamos entre ellos, pero también a las empresas industriales. Paralelamente, los países enfrentaron dificultades crecientes para refinanciar su deuda pública. Así dio comienzo la crisis de la zona euro, también conocida como la crisis de la deuda soberana.
Sin embargo, este análisis no profundiza en las causas de la crisis cuya dinámica subyacente debe ser relacionada con las disparidades de la política económica europea. Por un lado, en los años recientes Alemania experimentó un auge de sus exportaciones, de las cuales 60 % tuvieron como destino a otros países europeos (Trading Economics, 10 de mayo de 2013). El superávit comercial alemán se concentra aun más en Europa: 60 % se genera en el intercambio con otros países de la zona euro y 85 % con los países miembros de la UE en conjunto (de Nardis, 2 de diciembre de 2010). Pero no todos pueden optar por una estrategia de crecimiento de estas características; otros países deben absorber las exportaciones, y es lo que algunos países periféricos están haciendo que hoy están en problemas, como por ejemplo Grecia, Portugal, España e Irlanda. Sin embargo, ellos no están en condiciones de competir en el mercado interior de libre comercio de la UE debido a sus tasas de competitividad inferiores. El auge de exportaciones de Alemania ha generado ganancias abultadas que buscan nuevas oportunidades de inversión rentable. Aparentemente, las obligaciones de Estado de algunos países periféricos y los mercados de construcción de Irlanda y España ofrecían oportunidades de inversión seguras. Esas inversiones a su vez, desencadenaron aun más exportaciones de origen alemán a esos países, con las subsiguientes ganancias abultadas en busca de oportunidades de inversión.
¿A quién se le salva?
En los medios se lee a menudo que ahora los ciudadanos de los países ricos tendrían que pagar por los ciudadanos de los países endeudados. Se presentan argumentos de índole cultural sobre los ‘trabajadores griegos haraganes’ que serían la causa de la crisis, a pesar de que la evidencia indique lo contrario. Los trabajadores griegos integran el grupo de quienes tienen las jornadas más largas de Europa (BBC, 26 de febrero de 2012). En resumidas cuentas, no se está salvando a los ciudadanos griegos, portugueses, irlandeses o chipriotas y sus sistemas de salud y educación; se salva a la banca que organizó los préstamos de las ganancias abultadas a los países periféricos y que hoy está expuesta a la deuda privada y pública en esos países. Por ejemplo, la banca alemana y francesa está muy expuesta a la deuda griega, mientras la deuda irlandesa afecta a la banca británica (TheGuardian, 17 de junio de 2011).
¿Cuál es el objetivo de los programas de rescate?
¿Los programas de rescate, tienen como objetivo asegurar el funcionamiento de los servicios públicos fundamentales en la periferia europea? Claramente, no. Por el contrario, los recortes en las finanzas públicas exigidos por la troika formada por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional (FMI) apuntan precisamente a servicios tales como la educación y la salud. ¿Se proponen asistir a los países periféricos para que recuperen su competitividad? Una vez más, esto no es el objetivo. Los programas de rescate no incluyen ningún proyecto de política industrial.
La verdadera naturaleza de los programas de rescate se desprende de sus condiciones, según las cuales la ayuda depende de la implementación de políticas de austeridad que incluyen: (1) recortes en los servicios públicos esenciales; (2) recortes de empleo público; (3) la insistencia en la privatización de activos estatales; y (4) la perforación de las relaciones laborales y los derechos sindicales por la vía de recortes obligatorios del salario mínimo y la creciente liberalización del mercado de trabajo. Entonces el verdadero objetivo de los programas de rescate es la reestructura de las economías políticas y la apertura del sector público como nueva oportunidad de inversión para el sector financiero privado. En el marco de este proceso, el equilibrio de poder se inclina cada vez hacia el fortalecimiento del capital y en contra del trabajo. En última instancia, los empleadores se sirven de la crisis para fortalecer su posición frente a los trabajadores, facilitando así su explotación.
¿Son los trabajadores alemanes los ganadores del auge exportador?
A diferencia de lo que se suele suponer, los trabajadores alemanes no se han beneficiado de la situación actual. Los aumentos de productividad en Alemania se deben en buena medida a la fuerte presión a la baja sobre los salarios y las condiciones de trabajo.
“A lo largo de ese período Alemania ha sido implacable al exprimir sus trabajadores. Durante las últimas dos décadas la economía más fuerte de la zona euro ha tenido los menores incrementos de los costos nominales de trabajo, mientras la participación de sus trabajadores en el resultado se ha reducido sistemáticamente. La UME[2] es una tragedia para los trabajadores alemanes” (Lapavitsas y otros, 2012: 4).
La Agenda 2010, y más específicamente las reformas conocidas por el nombre Hartz IV que se implementaron en los primeros años de la década de 2000 implican el recorte y la reestructura más radical del sistema de bienestar alemán desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. En otras palabras, el recorte del costo laboral en Alemania ha sido más exitoso que en otros países de la zona euro. “Desde la perspectiva de Alemania el euro es una política para ‘empobrecer al vecino’, aunque los primeros en ser empobrecidos son sus propios trabajadores” (Lapavitsas y otros, 2012: 30).
Entonces la crisis no es, como lo sugieren los medios de comunicación masiva, un conflicto entre Alemania y los países de la periferia, sino entre el capital y el trabajo. El escenario de este conflicto es la UE en su conjunto, ya que se usa la crisis económica en toda Europa para justificar los recortes. Si bien la situación del Reino Unido no se puede comparar con la de Grecia, Portugal o Irlanda, sus habitantes también se ven afectados por recortes y reestructuras constantes que incluyen privatizaciones en los sectores de la salud y la educación, así como por ataques a los derechos laborales. En resumen, a lo largo y ancho de la UE los empleadores se aprovechan de la crisis para recortar las conquistas logradas después de la guerra. Gracias a la crisis el capital cuenta ahora con los motivos que justifican los recortes que de otra forma no podrían implementar.
¿Qué posibilidades de resistencia tienen los trabajadores?
De cara a la austeridad en tanto fenómeno europeo impulsado por Bruselas, pero también por los gobiernos nacionales, será importante que los sindicatos vinculen la resistencia contra la reestructura neoliberal a nivel europeo con la resistencia a nivel nacional. Por ejemplo, es una iniciativa positiva que los sindicatos alemanes y británicos se declaren solidarios con los trabajadores griegos, aunque la resistencia contra las reestructuras en el propio país sería un apoyo más concreto. La victoria contra la austeridad en cualquiera de los estados miembro de la UE actuará como apoyo a luchas similares en otras partes.
Cuando se consideran respuestas alternativas a la crisis se pueden diferenciar medidas a corto plazo de otras a mediano y largo plazo. Será importante en lo inmediato que los sindicatos alemanes exijan mayores incrementos salariales en el país para que el mercado interno alemán pueda absorber más bienes que actualmente están siendo exportados. En la misma línea se ubica la propuesta de la Confederación de Sindicatos Alemanes (DGB, por sus siglas en alemán) de un programa de estímulos económicos, inversiones y desarrollo para Europa. Ese nuevo plan Marshall se diseñó como un programa de inversión y desarrollo con una duración de 10 años que comprende medidas de carácter institucional, inversiones directas del sector público, garantías para inversiones empresariales e incentivos al consumo (DGB 2013). Por cierto, las medidas neo-keynesianas de esta índole aliviarían la presión inmediata sobre las economías europeas, pero no cuestionarían las estructuras de poder que subyacen a la economía política de Europa.
La victoria en la lucha contra la austeridad dependerá en última instancia de un cambio en el equilibrio de poder en la sociedad. La creación de los estados de bienestar y de sociedades más justas ha tenido como base la capacidad del trabajo de contrarrestar el poder de clase del capital (Wahl 2011). Por lo tanto, se requerirá el fortalecimiento del trabajo frente al capital para superar las políticas de austeridad. En opinión de Lapavitsas, “una estrategia radical de izquierda permitiría una solución de la crisis que cambiaría el equilibrio de las fuerzas sociales a favor del trabajo y encaminaría a Europa en la dirección socialista” (Lapavitsas 2011: 294). Para ello será necesario que a mediano plazo el sector financiero esté sujeto a intervenciones más directas. En el marco de los rescates muchos bancos privados fueron nacionalizados, como por ejemplo el Royal Bank of Scotland en el Reino Unido. Sin embargo, seguían operando como si fueran bancos privados, casi sin lineamientos estatales. Será importante avanzar más allá de la nacionalización, hacia la socialización de la banca para asegurar que sus operaciones se ajusten a las necesidades de la sociedad. Un paso de estas características contribuiría directamente al cambio de la relación de fuerzas en la sociedad a favor del trabajo.
A largo plazo, sin embargo, ni siquiera el cambio del equilibrio de fuerzas entre el capital y el trabajo será suficiente. La explotación capitalista está enraizada en la forma en que las relaciones sociales de producción se construyen en torno al trabajo asalariado y la propiedad privada de los medios de producción. Por lo tanto, la explotación solo será superada en la medida en que se cambie la organización misma de la producción.
[1] Este artículo se publicó originalmente en noruego en radikalportal.no
[2] Unión Monetaria Europea
[2] Unión Monetaria Europea
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Andreas Bieler es profesor de economía política de la Universidad de Nottingham. Su libro más reciente, Global Restructuring, Labour and the Challenges for Transnational Solidarity, fue publicado por Routledge en 2010. Tiene un sitio web: http://andreasbieler.net, y un blog: Tradeunions and global restructuring.
Los artículos que integran este boletín son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la FES.