Özlem Onaran |
La dramática caída de la proporción de los salarios en el PBI, tanto en el mundo desarrollado como en vías de desarrollo, desde los inicios de la era neoliberal en la década de 1980 fue acompañada de una reducción de las tasas de crecimiento a nivel global, pero también a nivel de numerosos países en particular. La corriente predominante de la ciencia económica continúa orientando la política hacia una mayor moderación salarial, además de políticas de austeridad, como una de las respuestas más importantes a la gran recesión. En nuestro reciente informe a la Organización Internacional de Trabajo (Onaran y Galanis, 2012) demostramos el círculo vicioso generado por esta carrera a la baja. La objeción principal contra el mencionado enfoque está relacionada con su consideración de los salarios como un rubro de costos. Sin embargo, los salarios tienen un doble efecto, ya que no solo afectan los costos sino también la demanda. Trabajamos a partir de un modelo post keynesiano/post kaleckiano que prevé este papel dual.
La caída de la proporción de los salarios tiene efectos negativos y positivos
Calculamos los efectos que un cambio en la distribución del ingreso tiene sobre la demanda agregada (es decir, sobre el consumo, las inversiones y las exportaciones netas) en los países del G20. El consumo es una función del ingreso por salarios y ganancias; se presume que el consumo disminuye si bajan los salarios. Las inversiones se calculan como una función tanto de la proporción de las ganancias como de la demanda, por lo que se presume que, dado un determinado nivel de demanda agregada, un incremento de la rentabilidad estimula las inversiones. Por último, las exportaciones e importaciones son calculadas como funciones de los precios relativos, los que a su vez son funciones de los costos unitarios nominales del trabajo, estrechamente relacionado con la proporción de los salarios. El efecto total de la reducción de la proporción de los salarios sobre la demanda agregada depende de la intensidad relativa de las reacciones del consumo, de las inversiones y de las exportaciones netas. Si el efecto total es negativo, el régimen de demanda se considera “impulsado por los salarios”; en el caso contrario el régimen es “impulsado por las ganancias”. La política económica dominante parte del supuesto que las economías siempre son impulsadas por las ganancias, a diferencia de los modelos post keynesianos para los cuales la relación entre la proporción de los salarios y la demanda tiene características empíricas y depende de las características estructurales de la economía.
Seguidamente, desarrollaremos un modelo global para calcular los efectos de una disminución simultánea de la proporción de los salarios. Calculamos las respuestas de cada país a los cambios en la distribución doméstica del ingreso y la proporción de los salarios de los socios comerciales. Los resultados se resumen en el Cuadro 1.
Se perfilan tres conclusiones importantes. Primero, en todos los países la demanda doméstica privada (es decir, la suma de consumo e inversiones de las columnas A y B del Cuadro 1) es impulsada por los salarios, porque el consumo se muestra mucho más sensible al incremento de la proporción de las ganancias que las inversiones. Segundo, en los países grandes el comercio exterior cuenta solo por una pequeña parte de la demanda agregada, por lo que los efectos positivos de la disminución de la proporción de los salarios sobre las exportaciones netas (columna C) no alcanzan para neutralizar los efectos negativos sobre la demanda doméstica. De forma similar, en toda la zona del euro la demanda privada es impulsada por los salarios. Por último, y a pesar de que algunos países sean impulsados por las ganancias, al planeta tierra en su conjunto lo impulsan los salarios. En una economía global fuertemente integrada, una reducción simultánea de los salarios expondría a la mayoría de los países solamente a los efectos domésticos negativos y la economía global se contraería. Además algunos países impulsados por las ganancias se contraerían al reducir la proporción de los salarios, si sus socios comerciales siguiesen una estrategia similar. Las políticas de empobrecer al vecino anulan las ventajas competitivas de cada país y se convierten en contraproducentes. En su reciente Informe Mundial de Salarios 2012/2013 la OIT (2012:60) expresa: “Si los recortes salariales competitivos o las políticas de moderación salarial se llevan a cabo simultáneamente en un número importante de países, las mejoras en las competitividad se anularán y el efecto regresivo de la reducción global de los salarios en el consumo podría llevar a una depresión mundial de la demanda agregada.”
A nivel de las naciones Estados Unidos, Japón, el Reino Unido, la zona del euro, Alemania, Francia, Italia, Turquía y Corea son impulsados por los salarios. Canadá y Australia son los únicos países desarrollados impulsados por las ganancias; en estas pequeñas economías abiertas la distribución ejerce un fuerte efecto sobre las exportaciones netas (cfr. columnas D y E). Argentina, México, China, India y Sudáfrica son igualmente impulsados por las ganancias.
La carrera a la baja termina en una reducción del crecimiento global
A nivel global la carrera a la baja con respecto a la proporción de los salarios, es decir el incremento simultáneo de la proporción de las ganancias en 1%, en los principales países desarrollados y en vías de desarrollo provocaría una contracción del PIB global en 0,36%. La reducción simultánea de la proporción de los salarios resultaría en una contracción de 0,18-0,25% en la zona del euro, el Reino Unido y Japón, y de 0,92% en los Estados Unidos (cfr. columna G del Cuadro 1). Algunos países, más específicamente Canadá, India, Argentina y México, también se contraerían como consecuencia de esa carrera a la baja. En los mencionados países los efectos expansivos de la redistribución del ingreso a favor del capital se revertirían en la medida en que los efectos competitivos relativos se redujeran, debido a que todos los países implementarían una estrategia similar de competencia basada en los salarios bajos; esto provocaría una caída del PIB en el resto del mundo. En los países impulsados por los salarios la carrera a la baja llevaría a una contracción mayor. Australia, Sudáfrica y China son los únicos tres países que podrían seguir creciendo a pesar de una reducción simultánea de la proporción de los salarios.
La fundamentación microeconómica de la redistribución a favor del capital entra en conflicto con los resultados macroeconómicos
En primer lugar, a nivel nacional un aumento de la proporción de las ganancias provocaría una disminución de la demanda y del crecimiento en una economía impulsada por los salarios; en consecuencia, y a pesar de que una mayor proporción de las ganancias a nivel de las empresas podría ser beneficioso para algunos capitalistas individuales, a nivel macroeconómico la caída generalizada de la proporción de los salarios generaría un problema respecto de la realización de la ganancia debido a una demanda insuficiente. En segundo lugar, si bien en los países impulsados por las ganancias la creciente proporción de las mismas parecería actuar a favor del crecimiento a nivel nacional, la reducción simultánea de la proporción de los salarios provocaría una demanda global deficiente y el enlentecimiento del crecimiento.
Implicaciones políticas
Si un país es impulsado por los salarios, la redistribución del ingreso a favor del capital actúa en detrimento del crecimiento a nivel nacional. Queda espacio para políticas tendientes a reducir las desigualdades de ingreso sin dañar el potencial de crecimiento de la economía.
En el caso de las grandes zonas económicas impulsadas por los salarios con un alto porcentaje de comercio intrarregional y una baja incidencia del comercio extrarregional, como la zona del euro, la coordinación macroeconómica y en materia de políticas salariales puede contribuir al crecimiento y al empleo. La política de moderación salarial de la zona del euro no conduce al crecimiento.
Antes de la crisis el consumo impulsado por la deuda tal como lo habilitara la desregulación financiera y las burbujas inmobiliarias ofrecían, en apariencia, una solución a corto plazo al déficit de demanda agregada provocado por la reducción de la proporción de los salarios en países como los Estados Unidos, el Reino Unido, España e Irlanda. Los déficit de cuenta corriente y la deuda de estos países contrastaron con un modelo impulsado por las exportaciones con cuentas corrientes superavitarias en países como Alemania o Japón, donde las exportaciones debían compensar la disminución de la demanda doméstica a raíz de la reducción de la proporción del trabajo. Sin embargo, este modelo resultó insostenible ya que solamente podía existir mientras se producían las desequilibrios en los otros países europeos; hoy en día este tema está en el epicentro de la crisis del euro.
Una recuperación global impulsada por los salarios como salida a la recesión internacional es económicamente factible. El crecimiento y la mejora en términos de equidad son compatibles. Esto vale para los países impulsados sea por los salarios o por las ganancias. Nosotros presentamos un escenario según el cual todos los países pueden crecer, al tiempo que se incrementaría la proporción de los salarios con un crecimiento del PIB global en el orden del 3,05% (Onaran y Galanis, 2012).
Las políticas de austeridad seguidas desde 2010 y sus efectos negativos adicionales sobre la proporción de los salarios solo redundarán en más estagnación. El crecimiento de China y algunos países en desarrollo no alcanzará como locomotora del crecimiento global.
Además, la recuperación global impulsada por los salarios podría abrir espacios para la implementación de estrategias de crecimiento equitativas e impulsadas por la demanda, en lugar de las orientadas a la exportación y basadas en salarios bajos en los países en desarrollo. Cabe agregar que, por más que algunos países importantes en vías de desarrollo como China y Sudáfrica sean impulsados por las ganancias, la cooperación Sur-Sur puede crear una amplia zona económica que evite las destructivas políticas de competencia salarial.
La búsqueda de un nuevo equilibrio respecto del crecimiento por la vía del incremento de la demanda doméstica en los países en desarrollo más importantes, sobre todo en China, podría contribuir a resolver el problema de los desequilibrios globales. Sin embargo, este reequilibramiento solamente será factible en un entorno internacional, en el cual los países desarrollados no solo abran un espacio a las políticas de desarrollo y apoyen la transferencia tecnológica, sino también creen un entorno global expansivo.
En vista de las estructuras impulsadas por las ganancias en algunos países en desarrollo, la solución dependerá de que algunas economías desarrolladas importantes den un paso adelante y reviertan radicalmente sus políticas de distribución a favor del capital.
Cuadro 1: Resumen de los efectos de un incremento de la proporción de las ganancias en 1% (reducción de la proporción de los salarios) a nivel nacional y global
Fuente: Onaran y Galanis, 2012. |
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Özlem Onaran es profesora de la Universidad de Greenwich. Es integrante del Comité Coordinador de la Red de Investigación sobre Macroeconomía y Políticas Macroeconómicas, investigadora asociada del Instituto de Investigación de Economía Política de la Universidad de Massachusetts, Amherst, y docente de la Universidad Global del Trabajo. Por más información:
http://www2.gre.ac.uk/about/schools/business/about/departments/ibe/staff/Ozlem-onaran
http://www2.gre.ac.uk/about/schools/business/about/departments/ibe/staff/Ozlem-onaran
Referencias bibliográficas:
OIT (2012), Informe Mundial de Salarios 2012/13; disponible en www.ilo.org.
Onaran, Ö. y Galanis, G. (2012), “Is aggregate demand wage-led or profit-led? National and global effects”, Conditions of Work and Employment Series, núm. 40, Oficina Internacional del Trabajo, disponible en: www.ilo.org.
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