Patrick Belser |
En los últimos años la participación de las remuneraciones laborales en el producto bruto interno (PBI) disminuyó en muchos países del mundo. Al mismo tiempo las desigualdades salariales alcanzaron niveles que muchos consideran insostenibles en términos sociales y económicos. Niveles excesivos de desigualdad no solo erosionan la cohesión social; también reducen las oportunidades de movilidad social, restringen el consumo de los grupos de bajos ingresos, debilitan la clase media y crean sociedades en las que las elites viven en mundos separados.
Por lo tanto, la reducción de la desigualdad se ha convertido en un aspecto de mayor importancia para los actores políticos de muchas partes del mundo, un hecho que no solo queda reflejado en la agenda del trabajo digno de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), sino también en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible que reclama trabajo digno para todos y políticas de protección fiscal, salarial y social para alcanzar de forma progresiva mayores niveles de igualdad.